Los detonantes del Paro Nacional sí fueron las amenazas -comprobadas- contra los salarios y las pensiones, especialmente para los jóvenes (imagínese un joven pagado por horas o ganando por un tiempo completo de trabajo el 75% del mínimo, condenado a no tener pensión o, si acaso, una pensión paupérrima, y pagando cada vez más impuestos -renta e IVA- para favorecer a los más ricos, que están esperando, voraces, los beneficios tributarios de la Reforma Tributaria). Pero en el camino también han salido a flote los reclamos acumulados de la población por la mala o nula provisión de otros bienes públicos y meritorios fundamentales: la paz (permanentemente atacada por el uribismo -los latifundistas- y el narcotráfico: asesinatos de líderes sociales, desmonte de la JEP, renuncia a los diálogos de paz, etc.); la educación (este bien meritorio ya había sido el protagonista de las marchas del 2018); la institucionalidad (atacada sistemáticamente por la corrupción rampante, con funcionarios venales como NHM y Carrasquilla); la salud (sencillamente deficiente); y ahora el medio ambiente (en evidencia quedaron las mentiras del candidato Duque sobre el fracking y la defensa de los páramos, y ahora el tema de las aletas de tiburón, etc.). Y todavía la gente no protesta por los excesivos cobros de los servicios públicos domiciliarios, ni por el enorme costo para el país que tiene el más importante cartel económico de Colombia: el del sector financiero, el sector que más crece en el país (8,2%) a punta de cobros estrambóticos en intereses y cobros en transacciones
financieras.
Carlos Humberto Ortiz
Cali, Dic. 1 de 2019
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